02 julio 2011

Hay que aullar con los lobos, Vitus B. Dröscher

Mit den Wölfen heulen ~ Vitus B. Dröscher & Wilhelm Eigener
Planeta S.A ~ Noviembre de 1984
Rústica ~ pp.206
ISBN:84-320-4749-X

Con humor y gran amenidad, "Hay que aullar con los lobos" nos relata una serie de curiosas anécdotas contadas a causa de la experiencia recogida el día 20 de Enero de 1977 entre dos aldeas del monte Epiro por un cartero rural griego de nombre Achilles Samaros. El relato sigue con la referencia a los estudios y posteriores descubrimientos de Cris Crisles y su esposa Lois, todas ellas recogidas en Alaska y siempre atinentes al significado del despliegue coral de los lobos salvajes en el transcurso de la noche polar. Dröscher corrige numerosos errores y matiza viejas leyendas a las que estamos habituados desde hace mucho tiempo. Una vez más, el gran etólogo alemán logra darnos una obra que es a la vez gratísima lectura y un documento altamente informativo para todos los amantes del mundo animal.
 
Opinión (escribiré algunas líneas sobre el mundo lobuno, a causa de mi pasión por este noble y fuerte animal)

Si hay algo que caracteriza a los lobos son sus aullidos, uno de los sonidos más hermosos y cautivadores que se pueden escuchar en la naturaleza. Las razones por las que aúllan los lobos, son un misterio, aunque se cree que es su forma de mantenerse en contacto y comunicarse. El aullido sirve para convocar a la manada, llamar a una partida de caza, fortalecer los lazos familiares y de la manada, marcar el territorio, avisar a otros lobos sobre los límites territoriales, y para proteger una presa recién cazada. Pero, muchas de las razones de los lobos para aullar siguen siendo un indescifrable misterio para el ser humano, que asiste asombrado a este espectáculo incomparable, uno de los cantos ancestrales más antiguos del planeta.



Para el lobo lo más importante en el mundo es su manada, su familia formada por la pareja reproductora, las crías del año y algunos ejemplares jóvenes de años anteriores. El aullido es para ellos una acaricia sonora, tan cercana como los lametones de la madre, tan intensa como los olores del grupo. Con toda seguridad el aullido también es música. Sólo así se pueden entender sus conciertos nocturnos rompiendo la noche, llenos de sentimiento, entre pausas y sostenidos, individuales o a coro, repletos de vida, quizá también de nostalgia de tiempos mejores, homenaje a muchos de los suyos caídos en esta desigual guerra sin cuartel por la supervivencia bajo el fuego, las balas, el veneno, la violencia inusitada del odio atávico que los humanos sentien hacia su especie. 

Entorno a nosotros y nosotras, sólo se ven las sombras que la noche desparrama por el bosque. Ir juntos nos da seguridad ante lo desconocido. Pero, llega el momento de separarnos un poco y sentir cada uno esos sonidos distintos y misteriosos que solo la naturaleza nocturna transmite. Y, una vez en esta situación aullaremos como lobos a la noche, donde nuestras tensiones, nuestro miedo desaparecerá progresivamente. ¡Quien sabe! quizás alguno de estos animales responda agradecido a nuestra llamada ... Acaso, ¿cuándo damos un grito o "aullido" muy fuerte no nos sentimos mejor?. Quizás no seamos tan diferentes ... Hay que aullar con los lobos :D 

Anécdota: Cuenta una leyenda que una vez la luna se enredó en un árbol y un lobo se puso a jugar con ella, arrancándola de su eterna soledad. Pero el animal se fue y la luna, indignada, le robó su sombra. De ahí, que le aúlle por las noches pidiéndole que se la devuelva.


Este maravilloso e interesante libro se lo recomiendo a los amantes de los animales, como ya escribí. Más bien, apasionados del mundo de los lobos. Además, Vitus Dröscher es un gran entendido de la materia. ¡No os arrepentiréis!.

Extraído del libro:

"El día 20 de enero de 1977, mientras hacia el recorrido entre dos aldeas del monte Epiro, el cartero rural Achilles Samaros fue rodeado por una manada de seis lobos hambrientos. En el mismo momento en que iba a ser atacado por las fieras se le ocurrió la idea salvadora: tomó el cuerno especial que forma parte del equipo de los carteros rurales griegos, y con el que anuncian su llegada en el campo y las aldeas comenzó a hacer sonar las notas oficiosas "Ta-ta-ra-rí el cartero está aquí" que resonaron por el aire helado de la montaña. Los lobos empinaron las orejas, se quedaron quietos durante un momento y después se alejaron de allí sin haber tocado un solo pelo del cartero.

¿Confirma este suceso verídico el antiguo proverbio alemán que dice "hay que aullar con los lobos" que si se desea escapar sano y salvo cuando uno se ve en peligro de ser atacado y devorado por esas fieras que tan peligrosas resultan cuando, hambrientas, se lanzan a cazar en manada?. Dos expertos zoólogos que durante muchos años vivieron entre los lobos salvajes de Alaska, Cris Crisler y su esposa Lois, han investigado el caso con todo lujo de detalles desde el punto de vista científico. Sus sorprendentes decubrimientos podrán comprenderse mejor si, previamente, se sabe lo que significa ese impresionante concierto coral de los lobos salvajes en la blanca noche polar.

Lois Crisler ha descrito ese coro de aullidos calificándolo de un auténtico placer musical verdaderamente escalofriante: "A eso de la media noche fuimos despertados por los aullidos de los lobos. Es posible que su canción sea la más hermosa composicion musical del mundo animal. Las dos voces del coro se alternaban incesantemente; se elevaban y descendían siempre acordes, nunca al unísono, pero jamás disonantes. Los intervalos musicales se alternaban en terceras y quintas. A veces se escuchaba un tono larguísimo y prolongado que brotaba únicamente de la garganta de uno de los lobos, mientras que las voces de los otros realizaban verdaderos adornos y figuras de acompañamiento. Los sonidos, que recordaban a los de un cuerno de caza, eran totalmente puros. Una y otra vez, los lobos se detenían de improviso y durante unos instantes reinaba un profundo e impresionante silencio, que los animales parecían escuchar con atención. Sentimos cómo nos envolvía un terror opresivo ante el impenetrable y misterioso salvajismo de aquel coro a dos voces.

¿Se trata de un canto de guerra, de un medio de transmitir información - como lo fuera antaño el sonar de los tambores de los negros en las selvas vírgenes de Africa - o, simplemente, de la expresión de unos sentimientos, como lo son las canciones de los seres humanos? No es necesario buscar respuesta. Lo más probable es que el aullar de los lobos cumpla esas tres funciones. Y aquel que comprende el lenguaje de los animales está en condiciones de separar y distinguir entre sí cada uno de esos tres significados en la canción de los lobos.

En el invierno, cuando las presas escasean, los veinte o treinta lobos que por lo común componen una manada, emprenden, primero individualmente, expediciones de reconocimiento por un extenso territorio de caza de unos mil kilómetros cuadrados. Tan pronto como alguno de esos exploradores descubre el "rastro caliente", es decir, aún fresco, de un reno o un alce, lanza al aire una señal, un aullido, que es escuchado por los demás componentes de la manada, aún que se encuentren a gran distancia, y que los convoca para que acudan a participar en la cacería.

Del mismo modo, cuando un lobezno o un animal joven de la manada se ha perdido, o cuando un miembro de la jauría se ve en peligro y necesita ayuda, pide auxilio con otras señales acústicas características. Todos los que las oyen saben de inmediato quién es el que llama y qué le ocurre. Los lobos le responden entonando a coro su canto de guerra y se apresuran a acudir en ayuda de su compañero para salvarlo del peligro. A partir de esa respuesta al compañero en estado de necesidad, se desarrolla el llamado "coro de la comunidad amistosa". El doctor Erik Zimen, un sueco-alemán que se ha especializado en el estudio de los hábitos y costumbres de los lobos, informa: siempre que en una manada se extiende un estado general de mal humor, un sentimiento de derrota o decaimiento y reina una época de rivalidad y enemistades acentuadas, que envenena el ambiente, el jefe de la manada entona ese , como lo llaman los especialistas. De inmediato todos los demás miembros del clan intervienen en el coro.

Aquellos que se encuentran alejados de la manada se aproximan a ella y, como en una danza social ritualizada, se establece un "contacto mutuo" entre los asistentes. Todos participan en ese contacto recíproco entre sí, pero al hacerlo se deben respetar de manera rigurosa todas las reglas de la etiqueta lobuna. Los individuos de rango más inferior tienen que rendir humilde pleitesía al jefe y sólo pueden acercarse a él con el rabo entre las patas, y colgando amistosamente. Los de rango más elevado pueden llevar el rabo alzado como en espera amistosa. De ese modo, gracias al canto en común, pronto se restablece en la familia un ambiente de cordialidad, amistad y alegría: "Allá donde oigas cantar puedes acercarte tranquilo".

Se ve claramente que el coro de aullidos de los lobos responde, también, a una necesidad interna, como la expresión colectiva de los sentimientos. En ocasiones hasta una simple insinuación, un impulso, para que todos empiecen a cantar. El doctor Zimen informa, igualmente, de una manada de lobos del Parque Nacional de Baviera que cada mediodía, a las doce en punto, cuando sonaba la sirena de un aserradero de las proximidades, todos los lobos sumaban sus aullidos al sonar de la sirena. Y lo mismo ocurría cuando escuchaban la sirena de los coches de los bomberos. Durante alguno de sus paseos, con sus aullidos fingidos el doctor conseguía que aquellos lobos que se habían alejado del grupo recuperaran su tendencia social y volvieran a incorporarse a él. En Alaska, cuando el matrimonio Crisler no sabía dónde estaba su manada, comenzaban a aullar como los lobos y muy pronto recibían la respuesta a coro desde la lejanía. La luna, desde luego, nada tiene que ver con las ganas de aullar de los lobos, y no es a este astro al que le dedican su canto.

El auténtico experimento que probaría que es cierto que los seres humanos pueden despertar sentimientos amistosos en los lobos si aullan como como ellos lo realizaron: Cris y Lois Crisler, aún que de manera totalmente involuntaria y con gran peligro para sus vidas. Durante una excursión por unas montañas solitarias fueron a dar en el territorio de caza de una manada de lobos que les era completamente extraña.

Una noche, aquella manada desconocida se presentó ante ellos: doce lobos rodearon la tienda de campaña de lona, incapaz de reistir al ataque directo y masivo que aquellos lobos parecían dispuestos a realizar. El matrimonio, como era natural en ellos, no llevaba armas de fuego. En esos momentos, a Lois Crisler se le ocurrió la idea y comenzó a aullar imitando el canto de auxilio de los lobos de modo tal que podía hacer latir los más duros corazones. A sólo unos metros de ellos estaban los lobos desconocidos, gruñendo ferozmente y mostrándoles sus poderosos dientes desnudos y amenazadores. Los animales no podían tener la menor duda de que, frente a ellos, aquello que aullaba era un ser humano, es decir, una "presa" . Y, sin embargo, todos se pusieron a corear los aullidos de Cris Crisler y muy pronto estuvieron echados a sus pies, dóciles, como antaño las fieras salvajes de Orfeo. Al cabo de algún tiempo, los lobos se alzaron y, en silencio, se alejaron de allí perezosamente.[...]"


Puntuación:



3 comentarios:

  1. Precioso. Siempre me sorprendes con libros maravillosos ^^ Muy buena entrada, escrita magníficamente.
    A mi también siempre me han apasionado los lobos, y las orcas... bueno, en realidad, todo el mundo animal me encanta.

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  2. Excelente reseña. Me ha encantado la anécdota! No conocía nada de este libro, tiene muy buena pinta.
    Gracias por la reseña.
    ¡Un besote guapa!

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  3. Uoooo! Me encantan los lobos :3
    De echo, hay un Gran dios Japonés que se llama Okami. Te dejo un enlace para que puedas leer un poco sobre él ( http://es.wikipedia.org/wiki/%C5%8Ckami )
    Muy buena entrada!! ^W^

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"Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar" - Hipatia de Alejandría -